En el inicio, el viernes, en Hasenkamp, fueron unas 10.000, pero ayer al ingreso a Paraná, superaron las 25.000 personas, según los organizadores. En la misa de clausura, Juan Alberto Puiggari habló del lema que tuvo este año ligado al cuidado del medioambiente, pero también se acordó de los comicios del próximo domingo. Eran las 18.14 del sábado cuando los primeros peregrinos llegaron al Santuario de La Loma, en el sur de la ciudad, el barrio Paracao, en el punto final de la edición número 33 de la Peregrinación de los Pueblos que había arrancado el viernes, a las 17 desde uno de los accesos a Hasenkamp.
Llegaban exhaustos, llorando algunos, apoyándose en bastones o en el hombro de otra persona, algunos cantando, levantando los brazos. Era el cierre de una encomiable manifestación de fe que congregó a más de 25.000 personas –en su mayoría jóvenes– en una caminata a lo largo de 90 kilómetros que duró poco más de 25 horas, tal como ocurre desde 1983 cuando nació la peregrinación, Hasenkamp con Paraná. Según dijo a EL DIARIO el jefe departamental Paraná de la Policía, Mario Leiva, al comienzo fueron entre 8.000 y 10.000 peregrinos, pero conforme avanzaba la caminata, fueron sumándose más de los distintos pueblos a lo largo del camino: El Pingo, La Picada, Sauce Montrull, y los que llegaron especialmente desde distintos puntos de la provincia.
Desde la organización señalaron que superaron las 25.000 personas en el tramo final, al ingresar a la ciudad, desde la anteúltima parada, en Sauce Montrull.
Pedido. Puntualmente a las 19, comenzó la misa en el santuario mariano de La Loma, presidida por el arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, que hizo un sermón breve, conciso, directo, de clausura para los peregrinos. Habló del lema que tuvo este año la Peregrinación de los Pueblos: “Madre ayúdanos a cuidar el mundo creado”, y pidió a los católicos que hay “escuchar con atención este apremiante llamado de la Iglesia, por boca del papa Francisco, y evitar la destrucción” del planeta.
“¿Qué casa queremos dejar al futuro?”, preguntó Puiggari Y dijo que si bien el cuidado del medioambiente es un asunto de los estados y de los gobiernos, señaló que cada uno puede hacer su aporte. “Todos nosotros podemos colaborar como instrumento de Dios para el cuidado de la creación”, dijo en su sermón.
En ese orden de ideas, instó a plantearse un “cambiar actitudes” e hizo extensivo ese pensamiento a la vida social. “Debemos trabajar por la cultura del encuentro y de la amistad social entre los argentinos”, planteó Puiggari, y enseguida se refirió a los comicios del próximo domingo 25. “Que la próxima elección no nos divida más, que nos comprometa a trabajar en lograr un bicentenario de una Argentina reconciliada”, planteó.
Multitud. La Peregrinación de los Pueblos cumplió ayer su edición número 33. Empezó en 1983, impulsada por dos jóvenes hasenkampenses del Movimiento Apostólico de Schoenstatt como un tributo a la Virgen. Entonces fueron Jorge Quiroz y Amelio Rodríguez pero al segundo año fueron otros más, y así, año a año, fue incorporando nuevos peregrinos, hasta masificarse.
Ahora tiene estructura propia y un ejército de colaboradores que hace que la organización se desarrolle de modo aceitado, sin contratiempos. Sólo hubo dos años, 2004 y 2006, en los cuales se debió suspender por inclemencias del tiempo, y un año, 2012, en la que se reprogramó por efecto de las lluvias.
Este año, con un clima propicio la concurrencia, según contó a EL DIARIO Héctor Aquino, que está en la actividad desde 1984. “De todos modos se debió pasar la noche, que fue una noche muy fría. Fue brava la noche. Pero la gente se lo bancó bien”, admitió.
Pero todo pasa, y “lo más difícil también se presenta en el último tramo, cuando venís cansado, lastimado, pero también están la ansiedad y las ganas de llegar. Se supera todo el dolor, el cansancio, el calor, y se llega con euforia”, contó.
La historia de Mariano y Catalina
Fue la primera vez que Mariano se sumó a la Peregrinación de los Pueblos. No fue solo. Lo acompañó su hija, Catalina, de 10 años. Sabían que sería un esfuerzo físico, y se prepararon bien. Cada domingo, Mariano y Catalina salían en largas caminatas que los llevaban desde el centro de la ciudad hasta cerca del Autódromo, en Sauce Montrull. Primero era a pie. Después, cuando ya estaban en forma, agregaron un carrito muy peculiar: un carro de supermercado acondicionado para llevar adentro a Catalina.
La rutina se completaba con sesiones de bicicleta fija. Así, creyeron que estaban suficientemente preparados.
Mariano peregrinó y llevó a su hija, y como tenía la certeza de que Catalina no soportaría el esfuerzo durante los 90 kilómetros, armó el carro ad hoc con unos amigos herreros que lo ayudaron en la tarea. Un carro de supermercado con comodidades para que una nena de 10 años viajara adentro; arriba, tenía una especie de techo.
“Yo quería hacerla con mi nena, que tiene 10 años, pero sabía que los 90 kilómetros no los iba a hacer. Se bancó la primera etapa, que eran como 20 kilómetros, más o menos, y en la segunda etapa, otros 10 kilómetros. Pero después, de madrugada, fuimos alternando. Caminaba un tiempo, y otro tiempo la llevaba en el carro”, recordó.
Siempre, contó Mariano, había querido sumarse a la Peregrinación, pero que por trabajo, por familia, por compromisos, nunca había podido lograrlo. No ha sido de intensa vida de iglesia: se bautizó a los 27 años. “Ahora que viví todo esto, me quedé pasmado. Es más de lo que yo pensaba. La gente fue muy solidaria con nosotros, que no fuimos con ningún grupo parroquial”, recordó. Fuente: El Diario