Según se informó esta semana, el funcionario municipal de esa localidad deberá transitar por los pasillos de Tribunales, ya que su testimonio fue pedido por el fiscal de Cámara Rafael Cotorruelo en el marco de la investigación abierta contra el cura Justo José Ilarraz, acusado de gravísimos hechos de abuso de menores mientras fue prefecto de disciplina en el Seminario Menor, entre 1984 y 1992. El fiscal entiende que puede aportar datos que sirvan para reforzar los testimonios de las dos víctimas que ya declararon contra el cura. También Cotorruelo quiere escuchar lo que tienen para decir los ocho sacerdotes que en 2010 firmaron una nota dirigida al arzobispo de entonces, Mario Maulión, requiriéndole una denuncia judicial para esclarecer lo que sólo eran sospechas. Tambien habló el parroco de la iglesia San José de Hasenkamp, Alfonso Dittler, quien dijo que “no sabía nada” de todo lo que ahora se dice.

Mientras Ilarraz estuvo a cargo del internado de chicos de entre 10 y 14 años que cursaban su escuela secundaria en el Seminario Menor de Paraná, ocurrieron los casos de abuso, que la propia Iglesia investigó a partir de actuaciones que se realizaron en 1995. Bianchi ingresó en el Menor, y siguió después la vocación sacerdotal en el Seminario Mayor; se ordenó en 1994, y tuvo un trato de lejos con Ilarraz, aunque, ahora dice, jamás supo de los abusos.


 


Ante la consulta de cómo era Ilarras, Bianchi señaló: “Era un gran deportista, muy animado, y muy calentón, sobre todo cuando jugábamos al fútbol. Le decíamos El gallego. Era un tipo muy pasional. Pero no recuerdo más que eso. No llegué a tener un trato cercano con él. Lo conocía como lo conocieron muchos, sin saber mucho más, dijo a El Diario”.


 


El Seminario Arquidiocesano se divide en dos sectores formativos: el Menor, que contiene a chicos que cursan un secundario orientado a la vocación religiosa y donde permanecen, buena parte de ellos, en calidad de pupilos; y el Mayor, que acoge a los que están decididamente firmes en el camino de su vocación.


 


El Menor tiene un equipo de formadores integrado por el rector, el prefecto de disciplina –Ilarraz ejerció ese cargo–, el director espiritual, los bedeles, una dirección de estudios y los profesores. Los bedeles son estudiantes avanzados a quienes se asigna la tarea de “cuidar” a los más chicos. Actualmente, ejercen esa función cuatro seminaristas mayores, de tercer año de Filosofía en adelante, que durante dos años colaboran con los formadores para alcanzar los objetivos formativos.


 


“Tuodo esto me impactó mucho. Más allá de que haya dejado el sacerdocio, sigo siendo un hombre de mucha fe. Me parece que lo importante es que se llegue a la verdad, y punto. Esto tiene que lograrse fundamentalmente por los pibes que padecieron todo esto. Lo principal es que estos pibes encuentren cierta tranquilidad. No podés volver atrás las cosas, no se puede reparar el daño que les han hecho. Pero por lo menos que todo eso no quede impune”, indicó.


 


Luego manifestó: “Yo estuve en el Seminario en la misma época que estuvo Ilarraz y jamás me enteré de nada. No supe nada de esto que nos estamos enterando ahora”.


 


Contó que habló con los chicos que estuvieron en aquella época en el Seminario, y con algunas víctimas. “Trato de ayudar en lo que se pueda a alivianar la carga y ayudarlos en lo mal que lo están pasando. Me parece bien que esto haya salido a la luz, y que esté trabajando la Justicia. No creo que con esto se logre alguna reparación, porque no creo que haya reparación, pero sí por lo menos un alivio al sufrimiento”, expresó.


 


Bianchi asegura que, aunque traumático, el camino de la verdad es el más adecuado: “Lo mejor es dar a conocer las cosas. A veces, igual, hay que estar en las situaciones para tomar ciertas decisiones. De todos modos, defiendo la necesidad de que la verdad se conozca. Siempre voy a un pasaje evangélico, que me parece es el más adecuado: ‘La verdad los hará libres’. Me parece que no hay nada mejor que la verdad. La verdad tiene que salir, y si hay culpables, condenarlos. He estado conversando con algunos de los chicos, que hoy son personas adultas. Y por eso digo que el sufrimiento es grande, y uno que los conoció de pequeños, quisiera que haya un alivio, a través de la Justicia”.


 


Bianchi dejó el sacerdocio en 2002


 


Volvió a la vida de laico como docente, y no se fue, lugar común, envuelto en una historia de polleras. “Lo mío fue pura insatisfacción personal. No era feliz siendo cura, con mi vocación. Y tomé la decisión, como lo han hecho otros, que han tomado una decisión corajuda, decididos a perderlo todo”, cuenta.


 


No sólo abandonó el hábito sino que además siguió el proceso canónico necesario para conseguir la dispensa de la Santa Sede para poder recibir el sacramento del matrimonio en la Iglesia con su actual esposa, con la que tiene dos hijos. Y además, se sumó a las filas de la política, en el Frente para la Victoria, y logró que su partido, después de medio siglo, ganara las elecciones en su pueblo, Hasenkamp.


 


Bianchi ejerce actualmente el cargo de viceintendente. Y sigue siendo un hombre de fe profunda, y por eso espera el momento justo para casarse por Iglesia. “Yo quiero seguir viviendo la fe cristiana. No abjuro de mi fe”, asegura.


 


“No sabía nada”


 


Alfonso Dittler es ahora párroco de San José de Hasenkamp, y cuando Justo José Ilarraz estuvo al frente del Seminario Menor, fue bedel.


 


Pero poco recuerda ahora de aquel tiempo, y nada que tenga que ver con los hechos de abuso que ahora investiga el juez de Instrucción Alejandro Grippo.


 


“Teníamos un lugar determinado, y un trabajo asignado, que generalmente lo cumplíamos los fines de semana. Pero además del trabajo como bedeles, teníamos nuestras propias responsabilidades con el estudio. Cuidábamos a los más chicos, y además seguíamos con nuestros horarios de estudio”, dice el sacerdote.


 


Dittler dice que lo conoció a Ilarraz como conoció a otros religiosos, y que jamás supo de los casos de abuso. Dice que “no sabía nada” de todo lo que ahora se dice.