El arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, fue el encargado de recibir a mas de 20 mil fieles que arribaron a la ciudad Paraná el Día sábado acompañando a la virgen de Schoenstatt en la tradicional peregrinación de los Pueblos. Monseñor les habló de la “santidad de lo pequeño” y valoró el esfuerzo y la fe demostrada por los miles de peregrinos que unieron a pie Hasenkamp con Paraná. La iniciativa surgió en 1983 por impulso de dos jóvenes, pero desde el 2000 en adelante creció de forma vertiginosa. A pie por la fe: más de 20 mil personas llegaron al Santuario de La Loma. No había ánimo para dar un paso más. Ni para gritar, ni para rezar, ni para cantar. Ni siquiera para dar brazadas, como en gesto de alegría, de excitación, de veneración.

Había mucho cansancio, cuerpos exhaustos, músculos tiesos, empecinadamente tiesos, y la brava voluntad de seguir que se enfrentaba con esa terquedad del cuerpo, que por momentos decía basta, hasta acá nomás, basta de caminar.


Pero algo los llevaba a todos a dar un paso más, cantar con una algarabía de último aliento, y a rezar, y a cantar cánticos pegadizos, sonoros, estribillos de misa que, en la ruta, bajo un cielo diáfano y un sol generoso, sonaban distintos, eran como una especie de ofrenda de estos hombres y estas mujeres, jóvenes muchos, la mayoría, que por la fe habían caminado durante la noche, y que ahora lo hacían bajo un sábado de primavera.


Caminaban atrás de la imagen de la Virgen, la Mater, Nuestra Señora de Schoenstatt. “María, danos un corazón abierto a la vida”, era el lema de este año de la Peregrinación de los Pueblos, pero cada uno abría el corazón y mostraba su propio dolor, su propio pesar, sus propias esperanzas, sus propias angustias, sus propios anhelos.


Eran miles en la ruta. Habían sido miles antes, en la partida, en el acceso a la ciudad de Hasenkamp, el viernes, a las 17. Más de 8 mil, según el cálculo que hizo para EL DIARIO Mario Brumatti, subjefe de la Departamental Paraná de la Policía.


Y eran muchos más ayer, cuando la Peregrinación de los Pueblos alcanzó su punto de mayor convocatoria, de Sauce Montrull en adelante: más de 20 mil fieles caminando y rezando, cantando y vivando, buscando el objetivo final, el Santuario de La Loma, en el barrio Paracao, adonde las últimas columnas terminaron de llegar pasadas las 19,15 de un sábado que se apagaba en calma.


Cuando llegaron muchos miraban hacia atrás como un conjuro: haber superado la prueba física movidos por la fe. Una noche larga había precedido la culminación de la caminata, una noche que tuvo sus momentos de honda emoción, como cuando, después de la medianoche del viernes, los fieles salieron a la ruta, desde Cerrito, iluminando la ruta con antorchas.


El arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, fue medido en el sermón que pronunció en la misa que coronó la Peregrinación de los Pueblos, y apenas habló durante poco más de cinco minutos, de modo que la misa no se extendiera más allá de lo necesario.


“En este peregrinar, les ha dado fuerza la Virgen a lo largo del camino”, señaló, y luego les habló de la conversión de los católicos en una “santidad simple, sencilla, cotidiana”, y les habló de “la santidad de lo pequeño, pero no de lo intrascendente. No luce, no brilla, no llama la atención, y sin embargo, ilumina y transforma”.


Puiggari entendió que la peregrinación es un modo de manifestar la fe de los católicos, y por eso mismo un mecanismo para misionar, llevar el mensaje de la iglesia a todas las fronteras, y por eso habló de la necesidad de que los cristianos se conviertan en fieles misioneros.


“Por eso, María, una vez más te decimos en esta tarde que somos instrumento y posesión tuya, para la salvación del mundo. El Evangelio de hoy nos habla de dar a Dios lo que es de Dios. Esta expresión es una afirmación del señorío de Dios ante todo. No parece superficial insistir sobre esto, en estos tiempos de secularismo y relativismo”, apuntó.