Olé llegó a la Capital Nacional de la Avicultura, único confín de la Tierra en el que Sonri es ídolo. Sonri es Gabriel Heinze, musa inspi radora de un grupo de música alemana que creó “La Polka del Gringo”. Sonri una vez casi transforma un asado en incendio. Y Sonri, en Año Nuevo, les pidió a sus amigos que se pu sieran de pie para cantar el himno. Los estaba invitando al Ellis Park para ver su golazo.
A Crespo no la fundaron ni el Beto Alonso ni Lito Costa Febre ni el Nacho Copani. Pero parece: en la entrada, está algo así como el Monumento Nacional a la Gallina. Sí, frente a un enorme arco que da la bienvenida, se ven dos plumíferos (un gallo y una gallina), que permanecen erguidos y con el pecho inflado, indiferentes al promedio que aterroriza a los Millos. Sin embargo, esta ciudad nada tiene que ver con River. Crespo es la Capital Nacional de la Avicultura y su promedio da para enorgullecerse: cuenta con una planta de incubación de 1.000.000 de huevos. Basta recorrer un poco las calles para advertir que acá todos son fanáticos de Giunta: hasta en los garajes de las casas se ven criaderos. Huevo, huevo, huevo.
No sorprende entonces que aquí haya nacido Heinze. Claro, Sonri, como le dicen en este confín, no se destaca por su habilidad sino por la garra, la entrega.
Los huevos, en definitiva.
“Por favor respete nuestro sentimiento”, pide un cartel, a la entrada de la ciudad. Y muchos crespenses sienten que al que no ha respetado “la prensa porteña” es al propio Heinze. Por eso, el grito ante Nigeria se venía germinando desde hacía rato y el gol desató la fiesta. La gente copó la plaza y se reunió frente a la gigantografía (como la presentan acá) del Sonri, sobre las calles Seri y Belgrano. “Africa Gringa”, tituló El Diario de Paraná. La tapa puede verse en el kiosco de Jano Bordi, sobre la calle Otto Sagemuller. Jano es el suegro del Gringo y cuenta que lo conoce desde chiquito porque era compañero de su hija en el colegio Sagrado Corazón. A pocas cuadras está el restaurante Da Vinci, de los Heinze. El lugar, hace unos años, casi termina devorado por las llamas.
Para el Día del Amigo, el Gringo se hizo cargo de la parrilla con uno de sus hermanos y casi se les prende fuego una viga. Hubo que llamar a los bomberos…
Encendido justamente estuvo el Sonri en Año Nuevo. Después del brindis de las 12, les dijo a sus ocho mejores amigos: “Quiero que cantemos el Himno”. Todos pensaron que se le había ido la mano con la sidra. Pero aclaró: “Quiero que lo cantemos en Sudáfrica”. Así, los invitó al Mundial y allí estuvieron, el sábado, en el estadio Ellis Park.
Lejos del campo del Ellis Park, acá estamos en Expocampo, en la localidad de Las Delicias, a 15 kilómetros de Crespo, entre cosechadoras y gauchos que andan en 4×4. En la Expo se escucha música cantada en la lengua de Beckenbauer. “El 70% de los habitantes de la zona somos descendientes de alemanes del Volga”, nos explica Marcelo Winderholler, un señor de nariz y cachetes sonrojados que hincha por Argentina pero el lunes festejó los goles de Podolski y Cía. Ahora sobre el escenario de la Expo están por tocar Los Nuevos Waigandt. Esta banda de canciones alemanas tiene temas como “Alte Kameraden”, “La abuela hace Creple”. El hit es… “¡La Polka del Gringo!” “Yo lloré con el gol de Sonri. No sabés la alegría que significó para Crespo, él fue muy criticado y eso nos dolió”, señala Oscar Huber, autor de la letra. El estribillo dice: “Lo llamamos el Sonri / puro corazón / su garra y sentimiento / al mundo demostró”.
“Acá hay otro grupo, Los Reales, que también le escribió una canción, un cuarteto, pero la nuestra es la oficial”, saca pecho Bruno, el tecladista. En la tecla dio el periodista local Darío Rodríguez. Es que “La Polka del Gringo” incluye un relato suyo que resultó profético. “Me pidieron que gritara un gol suyo para ponerlo en la canción.
Imaginé uno de cabeza, tras un centro de Verón. Y ganamos así, jaja”.
Polkasualidad, ¿no sabrá el resultado del jueves?