Esta localidad de 1 5.500 habitantes, con un constante y creciente orden, y muy cerca de Paraná, en menos de un año recibirá 2.800 nuevos vecinos que llegarán de otros lugares a habitar un complejo que demanda una inversión social de algo más de 60 millones de pesos. Dentro de algunos meses, de golpe y porrazo, el sol abrirá los postigos de un día cualquiera y los vecinos de Colonia Avellaneda habrán caído en la cuenta de que son muchos más, que por cada dos que había antes habrá que contar a un nuevo habitante, y que ya no será tan fácil reconocer por el nombre a cada uno de los suyos y saludarlo con el tiempo eterno en la mano.
Esto sucederá, seguramente, a mediados del año próximo cuando se inauguren las 600 viviendas que se están construyendo en los dos programas habitaciones que encaró el Instituto Autárquico de Planeamiento y Vivienda (IAPV).
De este modo, las autoridades estiman que 2.800 nuevos habitantes asentarán allí sus domicilios y se integrarán a los 5.500 que hoy tiene este pueblo, virtual umbral de la ciudad capital.
Esta modificación visceral de una comunidad lleva necesariamente a una pregunta capciosa: ¿Está bien o mal?
“Bien”, lanza el jefe de la Junta de Gobierno, Edgardo Dellizzotti. “Bien”, arriesga Nicolás, un joven que atiende un pequeño almacén de chapa que denuncia una lluvia copiosa. “Bien”, ensaya una mujer que espera el colectivo que la traerá a su trabajo vespertino en Paraná guarecida en un refugio de material.
No hubo una consulta a los cuidadanos y el intendente confía en el boca a boca y el respaldo que recibió en las urnas. Dicen que muchos, la mayoría en el pueblo está de acuerdo.
Dicen en la calle que hay muchos jóvenes y matrimonios que esperan una oportunidad para la casa propia y ya se anotaron, pero también porque creen que traerá progreso y crecimiento.
El intendente Dellizzotti ensaya una explicación matemática para esto y lo explica así: “Estas viviendas fueron comenzadas por gestión de Jorge Busti y con José Cáceres al frente del IAPV. Cuando a mi me preguntaron no puse barreras, sino algunas condiciones que consensuamos con ellos y luego con Sergio Urribarri y Julio Aldáz. Yo pedí que se hiciera un hospital con atención las 24 horas, dos escuelas nuevas y algunas cosas más para garantizar una red de servicios complementarios. Pero también acordamos que para garantizar que se cobren las cuotas se genere un código de descuento, por lo que deben contar con un recibo de sueldo oficial. Para ello ya pedimos a instituciones como la Policía, el CGE y otros más que realicen una nómina, porque tendrán prioridad”.
De este modo, explica, Colonia Avellaneda se garantiza 600 trabajadores con empleo estable, que haciendo cálculo a ojo de buen cubero traerán mensualmente con más de un millón de pesos para comprar en negocios e invertir en el pueblo.
Los nuevos vecinos tendrán para pagar y habrá menos problemas de la inseguridad propia que genera el desempleo y la vulnerabilidad social que en los últimos años ha hecho un caldo de cultivo en los barrios sociales.
AVANCES.
“Tendremos 600 viviendas, 600 trabajadores, 600 tarjetas de débito”, dice el Intendente como prolegómeno par exigir un banco y no ya un cajero automático, en un claro mensaje para las autoridades del nuevo Bersa.
Es que este pueblo que hoy está rodeado de rutas, a la vera de lo que es el inicio de la ruta 18 se ven algunas carcazas abandonadas que denuncian que por allí hubo otrora otro despliegue de las variables económicas. Hoy divide sus actividades económicas que se desperdigan en las 3450 hectáreas entre la agricultura, la ganadería, los servicios y el empleo público.
Ahora, lo saben, se convertirá en una “ciudad de clase media con empleos estables y con un ingreso de empleo público”, como aventura Dellizzotti.
La definición cae de madura y no necesita mayores aditamentos.
Las empresas constructoras adquirieron dos predios de 17 y 13 hectáreas en el centro de la ciudad, y allí se construirán 400 y 200 hectáreas respectivamente que contendrán más de 2.800 personas nuevas que traerán aparejadas negocios, retail y quizá de grandes superficies, algún pequeño polo comercial y un sinnúmero de pequeños emprendimientos.
De allí que el Intendente –que insiste en remarcar su agradecimiento a Busti y Urribarri a pesar de sus orígenes radical- pida un banco, pero también pide 60 nuevas cuadras de asfalto y una comisaría para evitar el delito y mayor atención.
“Llegado el momento, y no me quiero adelantar, daré a conocer un programa estricto de seguridad”, enfatiza.
-¿Quizá tendremos un Rudolph Giuliani en Colonia Avellaneda?- preguntó esta hoja.
-Si, tolerancia cero en mi ciudad-, define.
CONDICIONES.
Es posible que para muchos una vivienda sea poco menos que el maná del cielo, y si bien no serán viviendas muy grandes, comprende y contiene las necesidades básicas habitacionales de una familia.
Ya están hechas las cloacas –que aunque parezca paradójico a la luz de algunas experiencias se construyeron antes de ejecutar el asfalto-, hay agua y luz prevista. “Decidimos hacer algunas previsiones para no generar contratiempos a la comunidad, y el viernes estuvimos hablando con Aldáz, ya que mi preocupación es asegurar a la nueva población el derecho a la educación”, dice Dellizzotti, quien habla con denuedo de su gestión y describe su derrotero con espíritu épico.
Pero volviendo a las viviendas, hay que decir que cada una tendrá 58 metros cuadrados, emplazadas en un terreno de 10×15 metros, con dos dormitorios y cierto margen para construir algunas nuevas dependencias. Se estima que cada unidad tendrá un costo de 70 mil pesos, en un esquema en finalmente el IAPV se asegura el repago, e “incluso estamos viendo que se avance en un proyecto legislativo para constituir una hipoteca sobre la vivienda”, dice el Intendente.
Las empresas -Szczech y Szczech y una UTE que se formó ad hoc para el predio más grande- terminarán a mediados del año próximo el proyecto.
En el pueblo dicen que es un crecimiento “controlado”, según Dellizzotti, quien asegura que “se eligió este modelo porque no tenemos empresas para absorber personas que lleguen sin empleo”.
Este pueblo, que ya muestra su nueva cara desde la ruta, parece decidido al desafío y se muestra confiado en manejar la turba –en su acepción de torrente- que llegará un día y tomará por asalto el futuro placentero que hizo de la costumbre un camino. Las incógnitas deberán esperar al menos un año para encontrar sus respuestas.
El dato
1.600 PESOS
Es la estimación de ingresos de cada nuevo habitante que llegará a Colonia Avellaneda, y eso generará un movimiento de más de un millón de pesos.
El umbral de la capital
Tan vinculada está la historia de Colonia Avellaneda a la inmigración, que su nombre tributa a unos de los presidentes que más fuerte influyeron en este proceso de flujos de personas que definieron el futuro del país. Tanto es así que en sus comienzos se llamaba –por 1884- Presidente Avellaneda.
Por aquel tiempo era mucho más que las casi 3500 hectáreas que hoy signan sus límites, y que el general Justo José de Urquiza encomendó algunos años antes para su loteo.
Este pueblo tiene un fuerte lazo con Villa Urquiza a través de la centenaria balsa, que data del decimonónico.
Cuenta el Intendente Edgardo Dellizzotti que en el pueblo vivió la tía abuela de Jorge Luis Borges, cuyo nombre pronuncia como carolina Yané Aslhan (si es que el oído de este cronista interpreta bien).
No sólo eso. Remite a que el abuelo del consagrado escritor, que recuerda se encuentra sepultado en Paraná, solía disfrutar el solaz en la localidad.
“Esta familia trajo el tranvía a Paraná y las primeras cosechadoras tiradas por yeguas, dice la historia. El modernismo de ese tiempo generó un lazo directo entre Avellaneda y los ingleses”, prescribe.
En 1905 obtiene el nombre con el que trascendió el siglo XX, pero aseguran que en algunos lugares o mapas viejos de Buenos Aires todavía se lo conoce como Presidente Avellaneda.
El mote de Colonia se lo dieron los gringos, nombre genérico para alemanes, italianos, españoles e ingleses. “Nuestra conformación es muy plural”, dice el intendente, quien recuerda que por esos años se encomendó al escribano Garasino la venta de las tierras a los colonos.
Tan ligada está su actividad al campo, que hoy recibe la Comuna 550.000 pesos al año del consabido “Fondo de la soja”, que apalancan los nimios 170 mil pesos que recibe de copartipación de impuestos y que le permiten a sus empleados construir el nuevo hospital.
Advierten que no les desagrada ser un satélite de Paraná y que estarán siempre agradecido a las autoridades por haber convertido su pueblo en un municipio. “La vida se torna de gestos”, simplifica Dellizzotti. Fuente El Diario de Paraná