Cada 2 de Abril, en muchos rincones de la Argentina se recuerda una fecha tan cara a nuestros sentimientos y la mayoría de las veces nos encontramos con quienes son la historia viva de lo sucedido en el suelo malvinense. En Cerrito vive Silvio Franco un ex combatiente, que tomo parte en el conflicto a través del Batallón Infantería de Marina -BIM 5, el cual solo recibió 16 bajas, teniendo en cuenta que fueron los soldados que se mantuvieron durante un mayor tiempo en combate; incluso fueron los últimos en deponer las armas.
“Me dejo muchos recuerdos, algunos no son tan buenos, pero con el orgullo de haber defendido nuestra patria”, dice Franco al cumplirse los 25 años de la gesta.


Estuvimos combatiendo entre Monte Longdon y Monte William detrás de Monte Harrier – recuerda Franco – no entrábamos en combate porque las armas que teníamos no eran de largo alcance, pero recibimos el constante bombardeo de los ingleses”



En cada instante de su relato aparecen momentos suyos en las islas “una noche, visitando a un compañero en una posición, escuchamos una bomba que se dirige hacia nosotros salgo y me dirijo a otra posición y cae al lado de donde estábamos, la verdad que  volver de Malvinas es como nacer de nuevo”.



El BIM 5, ocupó uno de los lugares donde el fuego Inglés arreciaba y las dificultades para la supervivencia se hacia muy difícil, no solo por el ataque enemigo sino también por las carencias propias de nuestros soldados.  Franco recuerda “nosotros estuvimos en una posición en la que estábamos las 24 horas del día, si te mojabas te secabas la ropa en el mismo cuerpo, las botas se mojaban y tenias que tenerlas puestas igual. Por la noche las guardias eran de dos horas de turno, dormíamos muy poco”.



Luego de haber transcurrido 75 dìas en las islas, el Soldado de aquel entonces, recuerda el desenlace en una noche terrible “durante la madrugada del 14 de junio luego del bombardeo que hubo para tomar el puesto de la compañía nuestra, avanzan sobre esa posición, tuvimos que replegarnos. Íbamos a organizar otra línea de defensa, nos ordenan que teníamos que seguir retrocediendo bajo un continuo bombardeo y cuando seguíamos haciéndolo llego la noticia de que teníamos que irnos a Puerto Argentino, que ya el gobernador se había rendido, la guerra había terminado. Al otro día mirábamos asombrados la cantidad de pozos que habían quedado por la bombas que nos tiraron”.



Los pasos que siguieron tras el cese del fuego los recuerda sabiendo que significaba un alivio pero a la vez con un sesgo de tristeza cuando se refiere a ese momento “llegamos a las 3 de la tarde a Puerto Argentino, hubo recuento de soldados, nos dieron de comer, estuvimos dos días y nos mandaron al aeropuerto. Nos quitaron las armas y estuvimos una semana viviendo ahí. Recuerdo que había una plataforma grande donde los aviones paraban, eran de aluminio de un metro de ancho por tres metros de largo y con eso hicimos unas casillas en las que vivimos, una semana prácticamente a la intemperie”. Los días pasaban y  la ansiedad también se fue apoderando de los soldados, “algunos se comenzaron a ir nosotros quedábamos, se iban otros y seguíamos quedando, hasta que nos llevaron nuevamente a Puerto Argentino. Allí embarcamos en una barcaza hasta alta ma,r donde nos rescató el Buque Almirante Irizar, que nos trajo hasta Ushuaia y de allí a Río Grande.
El regreso no fue menos anecdótico para Silvio Franco y lo expresa de la siguiente manera: “una vez en esa ciudad reacondicionaron un avión, le sacaron algunos asientos para que entremos más y nos mandaron a Buenos Aires, un viaje que duró  4 horas.
Llegamos a Entre Ríos el 1º de julio. En Paraná tomamos un colectivo con un compañero de apellido Luna que vivía en Santa Elena, con la idea de bajarnos en Hasenkamp y esperar allí para que mi amigo se embarcara hasta su ciudad, con tanta mala suerte que nos dormimos, nos pasamos de largo y nos bajamos en la entrada a Hernandarias. Eran las 2 de la mañana y tuvimos que esperar hasta la 6 que nos levantara otro colectivo que nos llevo nuevamente con nuestras familias”



Era el momento culminante de una época que marcó para siempre las vidas de muchos jóvenes argentinos. Los momentos vividos lo trasformaron en receptor de muchos reconocimientos, que nunca olvidará, como tampoco el instante en que se abrió la puerta de su casa donde lo esperaba su madre, “el recibimiento en mi casa fue muy emocionante, si bien a una madre le dicen que su hijo esta vivo, que ya vendrá, no lo puede creer hasta que no lo ve.  Pasó casi un año, nos reencontramos nos abrazamos y lloramos juntos”.