Opinión.
Como consecuencia directa del crecimiento agrícola nacional, la industria de la maquinaria agrícola está experimentando un notable resurgimiento. Emerge así de una crisis que alcanzó su momento culminante a fines de la década del 90, cuando el mayor parque de maquinaria agrícola procedía del exterior.
En ese momento habían reducido su actividad y empleo -o habían cerrado directamente sus puertas- numerosas industrias de localización regional que habían dado vida a numerosos centros urbanos, en su mayoría en la región pampeana, pero también en áreas propias de cultivos industriales, hortícolas y frutícolas. Actualmente, gran cantidad de esas fábricas y otras nuevas han vuelto a la actividad y dedican febriles esfuerzos para adaptarse a los profundos cambios tecnológicos incorporados en las últimas dos décadas a la producción del agro nacional.
Esta industria rural tiene tradición en el país. Se puede recordar la aparición del primer arado de rejas producido en 1878 y, para sorpresa local y también del mundo, la fabricación de la primera cosechadora de trigo autopropulsada, presentada y utilizada a partir de 1929, casi 80 años atrás.
Hoy la maquinaria rural debe adaptarse a la siembra directa, lo cual implica el abandono del arado de rejas convertido virtualmente en una pieza de museo. Mientras ello ocurre con las simientes, las cosechadoras prestan servicio en una variedad de cultivos con sólo cambiar sus plataformas de recolección y algunas piezas maestras, en tanto incorporan equipamiento informático, con una gran variedad de prestaciones de naturaleza satelital que dan lugar a la llamada “agricultura de precisión”.
Decenas de equipos, a menudo asistidos por los tractores, sirven para el ensilado de granos y forrajes, para la ganadería, la aplicación de fertilizantes y tantas actividades complementarias. En estos días, la distribución de premios correspondientes al concurso LA NACION-Banco Galicia recayó merecidamente, en la categoría “mejor fabricante de maquinaria”, en la empresa cordobesa Metalfor, primera fabricante nacional de una cosechadora axial y convencional a la vez, cuyo equipamiento permite mejorar la calidad de los granos y la eficiencia del equipo en general.
En un par de años más, esta fábrica y otras que persiguen el mismo objetivo estarán en condiciones de abastecer el mercado de cosechadoras axiales, hasta ahora provistas desde el exterior, principalmente desde Brasil y complementariamente desde los Estados Unidos.
Además, el impulso de la industria de maquinaria agrícola se puede medir en números. Las importaciones de maquinaria agrícola se redujeron de 450 millones de dólares, en 2005, a 390 millones este año, mientras que la exportación creció de los 30 millones de los últimos años a los actuales 160 millones.
La cadena agroindustrial nacional muestra así uno de sus mayores logros, que suma insumos críticos para el crecimiento de la economía agraria, para la expansión del empleo, para el incremento del comercio exterior y para el bienestar general, en particular del interior. En este escenario, el gobierno nacional no sólo arremete contra los productores ganaderos, sino también contra los cultivadores de trigo y maíz, dos potentes fuentes de producción granaria. En tanto ello ocurre, el mercado se puebla de versiones respecto de posibles aumentos de los impuestos a sus exportaciones. Lo cual redunda en que no sean sólo los agricultores víctimas de tales políticas, sino también las industrias y los servicios proveedores del agro en sus más variadas manifestaciones